Regulación
Europa
Omar Méndez
Nov28,2013
![Karen Murphy, en su bar de Portsmouth.](https://thedailytelevision.com/sites/default/files/notas/imagenes/interior/karen_murphy_alta_grande.jpg)
El español Joaquín Almunia Amann es un político típico. La inglesa Karen Murphy es dueña de un bar de Portsmouth. Ninguno tiene experiencia en el terreno de los derechos de audiovisuales. El primero porque ha estado ocupado de su carrera política, primero en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), luego, desde 2004, sumergido en cuestiones de economía de la Unión Europea, y más recientemente, desde finales de 2009, al frente de la cartera de Competencia. Murphy es comerciante y como tal vive desde que es adulta, entre balones de cerveza, y platos tradicionalmente ingleses, facturando y pagando sus cuentas en libras esterlinas. Nada habría indicado, viendo la antesala de sus vidas, que hoy todo el mercado de derechos audiovisuales de Europa hable de ellos; de repente se han convertido en capitales en uno de los tantos temas que genera controversias sobre lo que es posible unir y lo que no en los países de Europa.
Almunia, como animal político que es, reniega en privado de las luces que lo ponen en estrella en todos los medios aunque íntimamente disfrute de ellas, como todo animal político. Y justamente el tema que lo tiene como general del frente que lucha por la justicia y en contra de ‘poderosos explotadores’, lo ha puesto a tope en la consideración de los ciudadanos de la gran Europa.
El caso de la dueña del bar inglés es un tanto diferente, aunque, en lo que a impacto y lectura pública se refiere, es igual. Lo que a todas luces representaba un caso de piratería, y que inevitablemente la empujaba a tribunales bajo un cargo deshonesto, la ha catapultado a la categoría de heroína. Karen llenaba y sigue llenando su pub de fans del fútbol, desesperados por ver los partidos de la Premier League Inglesa, apelando a una tarjeta decodificadora de la cadena griega Nova. La tarjeta, como es de suponer a la hora de comparar precios en UK y en la devaluada Grecia, es mucho más barata que la que vende oficialmente en tierras británicas el canal de pago Sky TV, dueño de los derechos.
Hubo una multa en consecuencia y una apelación judicial. Y luego el fallo que ha puesto cabeza abajo derechos comerciales claramente avalados por la autoridad, y una acción explícita de piratería con el premio mayor en sus manos.
"Ha sido la batalla de una persona pequeña. Esa gente de las corporaciones cree que pueden poner dinero y ganar", dijo Karen, hoy tan popular como Robin Hood. "Mi reacción es de alivio, de emoción. Estoy encantada. Ha sido como Karen contra Goliat", dijo el día que se conoció el fallo que la relevaba de multa y cargo.
El tribunal ha considerado que toda prohibición de "importar, vender o usar tarjetas descodificadoras extranjeras" dentro de la Unión es ilegal porque va en contra del mercado único de la UE. La Unión Europea debate ahora la extensión, a todo su territorio, de la compra de decodificadores en otros países para evitar pagar por ver partidos de fútbol en televisión.
Karen, sin quererlo, ha tocado un tema muy sensible en costos para todo el negocio de la televisión de pago y para la supervivencia del fútbol tal como se lo conoce hoy, plagados de seres comunes que se creen dioses porque patean una pelota, llenos de millones; clubes que gastan fortunas para mantener en pie el circo; derechos publicitarios multimillonarios involucrados en la misma sintonía, y fundamentalmente a fanáticos del fútbol que disfrutan de ese enorme coliseo y sus figuras, sostenidos a fuerza de dinero llegado de la televisión. Pero al tocar la cuestión, también extiende la discusión y el peligro de una ley que toque a todos y perjudique la columna vertebral sostenedora de la televisión de pago en toda Europa.
Karen también se expone a que, por el mismo derecho, su bar se convierta en un banco de pruebas. Un escenario posible: Griegos en sus mesas que piden platos ingleses y muchos y muchos litros de cerveza, durante un par de horas, exactamente lo que dura un partido de fútbol. A la hora de pagar, los comensales se encuentran con una factura y números en libras cerca de 60% por arriba de una cuenta por igual consumo en su país. Ante la diferencia, se niegan a pagarle: piden que ella aplique correspondientemente la misma regla que la hizo famosa. Murphy llama a la policía; los griegos se niegan a pagar y se marchan. Final previsible: detenidos por cometer un delito claramente estipulado en las reglas comerciales del Reino Unido. Las quejas de estos comensales seguramente no encontrarían el mismo eco en Almunia. Y no serían héroes para la consideración pública, sino villanos fascinerosos.
CONSECUENCIAS
Bruselas ya evalúa lanzar una investigación antimonopolio formal sobre la venta de derechos de televisión de pago inicialmente involucrando al deporte y a las películas de Hollywood, en un movimiento revolucionario basado en el caso de Karen Murphy. Una investigación formal de la Comisión Europea podría generar un parteaguas en lo que respecta a la concesión de licencias, país por país, que tradicionalmente ha regido las ventas de contenido exclusivo de la televisión de pago.
El ataque a la actual reglamentación que se sigue en un Tribunal Europeo de Justicia por el caso de 2011 de la propietaria del bar, que ha dejado ahora en pie la posibilidad de que cualquiera compre legalmente una tarjeta decodificadora en donde le convenga, tiene en vilo a todo el negocio de la TV de pago europea. El hecho puede tener una consecuencia directa sobre el negocio y obliga a la rutina de negociaciones de derechos, sean de deportes como de cine y también de canales temáticos de TV de pago, a repensar el futuro ante la posibilidad de que la voz cantante de Joaquín Almunia, como defensor de la Competencia en la UE, lleve al reglamento una Europa sin fronteras para los contenidos. Contenidos que son productos, ni más ni menos, al final de cada día, y a los que vale ponerle las mismas reglas que a los muchos productos de diversas clases que se venden en territorio europeo a precios tan disímiles como la mismísima cultura europea.