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Internacional
Omar Méndez (editor de The Daily)
Jul17,2024
Acuciado por la devastada economía dejada en la República Argentina por el peronismo hasta diciembre pasado (récord mundial en inflación, al borde de una hiperinflación, porcentajes de pobreza jamás vistos en el país y una situación económica-social insostenible), el gobierno que lo sucedió, encabezado por el nuevo presidente electo, Javier Milei, cortó prácticamente todos los presupuestos destinados a ministerios, secretarías, entes y oficinas públicas. Había que ordenar cada una de las cuentas que demandaran dinero aportado por los contribuyentes: la rampante corrupción del kirchnerismo, facción extrema y perversa del populismo peronista que ocupó la presidencia en gran parte del siglo en curso, dilapidó cuanto recurso pasó por sus manos en sus 16 años de administración del país.
Una de las áreas directamente impactadas e infectadas por la administración corrupta fue la del audiovisual argentino: Argentina hoy carece de industria nacional por esa razón. La mayor parte de su núcleo de creadores y talentos continúa cooptado por el kirchnerismo y no tiene intenciones de aportar a una refundación necesaria. Gran parte de las compañías locales de cine y televisión, canales, productoras, principalmente, padecientes de la situación económica, intentan sobrevivir apoyándose en sus recursos y en las oportunidades que les ofrecen los grupos internacionales. No cuentan, de momento, con el mercado nacional. Al no haber industria, lo único que existen son esfuerzos de privados del sector y acciones de asistencia de algunos gobiernos provinciales. No más que eso.
Argentina, otrora arquitecto del cine y televisión americano de habla no inglesa desde sus mismos orígenes, hoy está demolida como fuerza creadora y productora del arte audiovisual. El gobierno no ha fijado estrategia en el área en sus siete meses de gestión. Está clara la razón: no figuró en su radar la problemática. Tampoco muestra urgencias, ni un plan ni expertos en la materia para hacerlo. Ha puesto sus energías solo en cuestiones tácticas: recortar los gastos mayores y mantener en un punto de stand by a los diferentes organismos, entes y oficinas vinculadas a la actividad. Por ahora, la única en fenecer por completo es la innecesaria Agencia Télam, la empresa estatal de noticias, sobredimensionada en personal —compuesto mayoritariamente por militantes políticos del peronismo—, una estructura totalmente deficitaria, con enormes pérdidas anuales en su operación. En el resto, provisoriamente, congeló gastos y mantiene en pie la TV Pública, principal canal público nacional y Radio Nacional, radio estatal, estructuras también con varios miles de empleados militantes políticos puestos por el gobierno peronista y con costos de funcionamientos enviciados y de quebranto para el erario público. La misma suerte ha corrido el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), órgano público, ahora puesto bajo el paraguas del nuevo Ministerio de Capital Humano de la Nación. Nacido como ente autártiquo para “promover, fomentar, fortalecer y regular la producción audiovisual”, debió manejarse con dineros llegados, en su mayoría, del sector privado a través de asignaciones específicas. Su función principal ha sido el impulso de la cinematografía nacional y sus presentaciones y promociones a nivel nacional e internacional. Por haber sido creado como ente autárquico, el Gobierno nacional no debería definir ni intervenir en sus acciones, ni interferir en sus decisiones, ni debería asistirlo con financiamiento. Pero esto quedó completamente desnaturalizado durante los cuatro gobiernos kirchneristas. Los resultados están la vista y pueden comprobarse.
Esta larga introducción sirve para darle contexto a la noticia del final —no se sabe todavía si es final o simplemente provisorio— de la ciudad de Buenos Aires como sede de Ventana Sur, confirmada por sus organizadores este miércoles, y su traslado al otro lado del Río de la Plata a partir de este año. Ya es oficial que la 16.ª edición se realizará en Montevideo, la capital de Uruguay, del 2 al 6 de diciembre de 2024, cortando los 15 años consecutivos de Ventana Sur en su sede natal, la capital argentina. El cambio de escenario lo hizo formal un acuerdo alcanzado por el Marché du Film de Cannes (Festival de Cannes) y las agencias oficiales del sector de Argentina y Uruguay, el Incaa y la ACAU, respectivamente. Esta cita referencial para el audiovisual internacional se ha realizado inalterablemente todos los años desde 2009 entre noviembre y diciembre, con el apoyo económico del Incaa y el Marché du Cannes.
“Esta acción también subraya la creciente influencia de Uruguay como centro audiovisual en América Latina, impulsada por sólidas políticas de desarrollo del sector, el reconocimiento internacional de su talento artístico y técnico y una amplia experiencia en la producción de obras nacionales e internacionales”, apunta la comunicación oficial.
En realidad no es el nuevo panorama uruguayo el motivador del cambio sino la firme oposición del gobierno argentino a que el Incaa mantenga el aporte necesario para afrontar los costos del evento. Simplemente porque no hay dinero público disponible para estos gastos. No hay un desinterés gubernamental, según lo han expuesto las autoridades del ente, por un encuentro que, como lo apunta el balance de todos los años anteriores, "no ha parado de crecer", con varios atractivos que lo han ido agrandando en participación, ampliando el protagonismo del cine internacional (con novedades permanentes y abriendo otras áreas audiviosuales como el reciente foro de género Blood Window y Animation! Showcase, el encuentro de coproducciones Proyecta y una división SoloSeries TV. Ventana Sur, montado en locaciones históricas de Puerto Madero de Buenos Aires (hoy de propiedad de la Universidad Católica Argentina), estaba ratificada como una cita obligada "incluida en el calendario de viajes de los distribuidores y compradores de la industria de cine internacional".
Siempre según fuentes oficiales, el evento ha estado recibiendo anualmente en Buenos Aires a más de 4.000 participantes acreditados, entre los que hay más de 1.000 compradores y vendedores provenientes de los cinco continentes. "Una moderna infraestructura ha permitido a los compradores ver las producciones argentinas y latinoamericanas más recientes incluidas en la videoteca (aproximadamente 400 películas). Durante el mercado se montaron salas de cine disponibles donde diariamente se hicieron screenings de películas, brindando a los potenciales compradores la posibilidad de ver en la pantalla grande unas 170 producciones", destaca la organización sobre la última edición. También se ha resaltado la presencia de compañías de distribución, amplios sectores donde compradores y vendedores han mantenido reuniones de negocios, y varias salas de conferencia dispuestas para charlas y mesas redondas de particular interés para quienes integran la industria del cine, además de encuentros y actividades específicas para productores con proyectos en desarrollo.
Este cambio de sede obedece a un cúmulo de factores y no como lo apuntan erróneamente las informaciones superficiales circulantes "al recorte de recursos para el audiovisual dispuestos por el presidente Milei". Es una consecuencia directa de la pavorosa corrupción peronista y de décadas de ausencia de políticas y de fallidos manejos de los recursos públicos para el estímulo audiovisual. Hoy Argentina es un actor de tercer orden en el mundo, sin protagonismo, quebrado puertas adentro y absolutamente intrascendente hacia afuera. Un verdadero absurdo teniendo en cuenta los recursos, el talento local, su indiscutible potencial creativo, infrestructura y las locaciones extraordinarias que hay en su extenso territorio.
Lo que ha acontecido con Ventana Sur debería ser el símbolo de final de una época para el audiovisual del país. Y la cuna del renacimiento. La intención del nuevo gobierno de reconstruir la Nación poniéndose como primer objetivo sanar la economía (es decir acabar con el desmanejo del dinero público, terminar con el déficit fiscal, apuntalar la macroeconomía con una correcta administración, sin corrupción, y darle punto final a los niveles impositivos autodestructivos para sus grandes, medianas y pequeñas empresas y también para atraer la inversión extranjera), puede ser la base no para una remake sino para un verdadero reboot del audiovisual argentino.