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Internacional
Dom Serafini (VideoAge)
Ago19,2024
La RAI, la cadena de televisión estatal italiana, está de nuevo en crisis. Sus directivos se encuentran en un tira y afloja con la coalición mayoritaria y con los partidos de la oposición. Personalmente, lamento no haber podido entender del todo el contenido de un reciente artículo en Il Mondo Nuovo (editado por el ex director de RAI-2, Giampaolo Sodano) escrito por el profesor universitario italiano y ex periodista de la RAI, Michele Mezza, pero me identifiqué con el título de su artículo: “¿Qué televisión italiana podríamos permitirnos en 2027?”
El problema es que yo no soy un intelectual, sino un periodista especializado en televisión al que le gusta que lo comparen con un espejo que refleja lo que tiene delante. Y delante de mí hay una RAI que no se diferencia en nada de las anteriores, que han sido la expresión del gobierno de turno. Pero en los últimos 30 años la RAI ha empeorado. Sus directivos se han vuelto más romanocéntricos, al igual que los políticos, que consideran extranjero todo lo que está fuera de Roma.
Y esto también se aplica al gobierno italiano inmediatamente anterior del internacionalista Mario Draghi, un funcionario público muy respetado dentro de la UE. Sin embargo, Draghi había supervisado una RAI que se había deteriorado aún más.
Como la RAI es un dispensario de nombramientos políticos y algunos de ellos se interesan por el aspecto internacional, yo dejaría la parte centrada en Roma como está y me concentraría en una nueva dimensión internacional. Esta división renovada tendría la ventaja de no ser codiciada por los “hijos de” y, por lo tanto, estaría dirigida a los muchos talentos que Italia exporta actualmente al extranjero.
De hecho, para 2027 puedo ver dos RAI: una nacional financiada por el canon y que queda a merced de los políticos, y una internacional, una entidad puramente comercial con varias tareas, incluida la venta de contenidos en el extranjero, la difusión de los canales nacionales de la RAI fuera de Italia, la gestión y programación de su propio canal de televisión (RAI Italia), un departamento de producción, coproducción (contenidos que también se pueden vender a la RAI nacional) y la gestión de sus propios servicios de streaming.
Las dos RAI deberían ser independientes entre sí y los acuerdos entre ambas entidades deberían ser de naturaleza puramente comercial.
Lo más difícil será aislar esta RAI Internacional de los intereses políticos nacionales, que seguramente se manifestarán apenas la operación tenga éxito. Físicamente, las dos entidades podrían aislarse teniendo la RAI Internacional su sede en Milán (lo que para los políticos romanocéntricos es como un pez fuera del agua). Políticamente, las interferencias podrían reducirse situando a la RAI Internacional bajo la tutela del Ministerio de Industria y de la agencia reguladora formada por representantes jubilados del sector audiovisual italiano.