Cable
Argentina
Por Omar Méndez
Set25,2013

Buenos Aires tiene postales que la representan y la hacen reconocible en cualquier lugar del mundo. Una de ellas es el Puente de la Mujer, levantado en las entrañas del moderno barrio de Puerto Madero. A metros del puente, se encuentra el Hilton Hotel, una ostentosa edificación, digna de la arquitectura del lugar. Puente y hotel tienen en común su ideólogo y hacedor, el extraordinario emprendedor del mundo de la televisión argentina, Alberto González.
Si a González se le buscara una identificación dentro del mercado de la TV, no hay dudas que ella sería el cable. Cuando en 1963, la industria dio sus primeros pasos en el país, el empresario ya era uno de sus actores protagónicos. Nunca paró desde aquellos años. Hizo los trabajos más sencillos de la televisión, desde cameramen de partidos de fútbol hasta distribuir contenidos propios, antes de llegar a ser productor, dueño de canales abiertos, propietario de cableoperadoras, programador de señales de TV de pago. González es un símbolo de emprendedurismo en la TV por cable de su país, el típico empresario de un sector que se hizo a puro impulso privado, por decisión e inversión propia. Nunca el cable argentino tuvo el apoyo de los gobiernos nacionales: Fueron esfuerzos exclusivos de particulares convencidos del futuro de una industria que llegó a convertirse en los años noventa en motor de todo el desarrollo latinoamericano de la televisión de pago.
A fines de los años noventa, y ya con 70 años y cimentada su fortuna con la televisión, González encaró desarrollos inmobiliarios, dejando legados inolvidables, hasta su fallecimiento en 2001.
Hoy 25 de setiembre, el Hilton Hotel concentra a todo el mercado de cable de Argentina. Las ya tradicionales jornadas del mercado abren sus puertas exactamente en el aniversario 50 de la industria. No es mucho lo que se expone en la promoción de esta nueva edición, salvo el aniversario del medio siglo. Aunque la expresión sea poca, se siente en el sector el clima una guerra que ya lleva años. El actual gobierno nacional se ha puesto en la tarea de exterminar a su gran enemigo, el multimedio Clarín, propietario de la principal operadora del país, Cablevisión. Para ello ha montado toda una ley que enmascara aviesas intenciones. No ha pretendido con ella mejorar las vetustas letras legales que la antecedieron; sólo pretende enterrar el gran negocio de su discrepante y con ese entierro, enterrarlo financieramente. No le han importado los efectos colaterales del veneno legal.
Paradojas de una industria que ha cambiado dramáticamente. Al cable argentino no lo construyeron los grandes grupos empresariales -como Clarín-, ni mucho menos los gobiernos nacionales. Lo hicieron empresarios como González y otros de su misma estirpe. Una guerra que nada tiene que ver con su génesis, acecha hoy el futuro de la televisión por cable, precisamente en su año más difícil.